¿Te has fugado alguna vez?

Conducía su coche por una carretera con espejismos en el asfalto. Los agentes estaban haciendo un control. Jimmy trató de relajar la cara. Sabía que le harían parar y así fue.

Pero no paró.

Condujo, con los agentes y sus sirenas persiguiéndole, mientras profundizaba en su culpabilidad.

Descubrió que no era culpable de nada y paró.

Fue sincero: “me he metido en el papel”. Esa es la respuesta que Jimmy dio a los agentes.

“A veces pasa”, le respondió uno de ellos.

Jimmy tenía todo en regla y pudo continuar.

Los guardias se sonrieron entre sí pensando en lo poco que nos separa de las películas.

Quizás por esa sonrisa se libró del control un delincuente real que ya está lejos y que dentro de unos años inspirará a algún cineasta.

Cómo adelgazar sin comer

La publicidad siempre había sorprendido a Jimmy. Parecía que los publicistas regalaban sus mensajes para que la gente fuera más feliz. Gratis.

Jimmy quiso ser barrendero. Los monjes zen eran felices barriendo.

Él lo sería también. Le aconsejaron que aspirara a aspirar, pero barrer era infinito. Al recoger la basura se levantan partículas que luego vuelven a caer para volver a subir. El aire ya no es puro, lo que activa el cuerpo humano al hacer que luche contra la insalubridad a través de un estornudo.

Jimmy explicó su deseo a Margaret. Pero Margaret había engordado mucho y era incapaz de prestar atención a nada que no fuese una dieta o algún producto quemagrasa. Llegó a pensar en inyectarse lavavajillas en las zonas más voluminosas.

Margaret había oído recientemente que comer engordaba, pero no podía creérselo. El mundo estaba lleno de remedios adelgazantes y no de mensajes de no comer.

Jimmy y Margaret se pusieron un reto: adelgazarían sin comer todo aquello que más les gustaba. Absolutamente todo.

La muerte como estilo de vida

El miedo a la muerte le hacía pensar constantemente en ella, querer conocerla, incluso que fuese su amiga.

Jimmy exprimió este pensamiento y esta fue la última gota: la muerte no es otro ser. Yo seré la muerte, tú serás la muerte, él será la muerte y así hasta el último plural.

Asoció muerte con «paz», con «tranquilidad», con «el fin de la burocracia» y quiso poder disfrutarla.

Así que Jimmy decidió que sería un muerto viviente y deseó ser aceptado como tal. Incluso, trataría de pedir subvención.

Le llegó a casa una carta de hacienda y no la abrió, pero tampoco la miró mal.

«Hoy estoy muerto», respondía cuando le proponían hacer algo que no le apetecía. Algunos amigos se enfadaban: «Jimmy, estás muerto cuando te interesa». Pero sus resurreciones siempre alegraban y todo enfado se esfumaba.

«Te echamos de menos», le decían cuando lo veían como ausente.

Ya empezaba a disfrutar de la muerte y el hambre no le faltaba.

Llevaba cinco meses muerto en vida y se dedicó a observar perdices de muy cerca.